William S. Burroughs (1914-1997) es una de la figuras centrales de la contracultura del siglo XX, su obra se caracteriza por la experimentación y la renovación de las formas narrativas. De él, Anthony Burgess comentó: Si hay un escritor capaz de reanimar una forma agotada y mostrar lo que todavía es posible hacer con una lengua que Joyce pareció exprimir hasta dejarla seca, ése es William Burroughs.
La tarea es un libro diferente. Está compuesto de una serie de entrevistas improvisadas que Daniel Odier le hiciera al autor y que incluye extractos de libros, artículos y textos breves del propio Burroughs, presentados como un film con fundidos y flashbacks que ilustran las respuestas. De su lectura (lápiz negro en mano) rescaté algunos párrafos que, vaya a saber uno por qué motivos, me han tocado alguna fibra interna. A continuación, te invito a recorrerlos teniendo presente que el texto fue concebido en el imperio del norte a fines de los 60s.
...las etiquetas no son las cosas que éstas sustituyen, y cuando se discute sobre etiquetas, cuando se habla de cosas como democracia, comunismo y fascismo, que no tienen referencias reales claramente delimitadas, no se está hablando de nada.
Habla de quienes detentan el poder, de la magnitud de su estupidez y mala fe. En ese contexto comenta: ...Uno se da la cabeza contra la pared incluso cuando sólo pretende señalar el problema, pero se podría hacer muchísimo por aliviar la situación actual, cosas completamente factibles a los niveles técnicos actuales. Y sólo consiste en derribar tres fórmulas básicas. Una es la fórmula de nación. Se dibuja una línea alrededor de un territorio y se dice esto es una nación. A continuación hay que implementar policía, control aduanero, ejército y finalmente conflictos con la gente del otro lado de la frontera. Ésta es una de las fórmulas, y cualquiera de sus variantes conduce a lo mismo. Las Naciones Unidas no van a ninguna parte. ¿Qué es lo que hacen? Crean más de esas sangrientas naciones día a día. Ésta es una de sus fórmulas. La siguiente fórmula es por supuesto la familia. Y las naciones no son más que una simple extensión de la familia, y (posiblemente éste sea tema para futuras técnicas) el conjunto de métodos actuales de nacimiento y procreación. Éstas son las fórmulas básicas que hay que derribar.
A la policía le interesa la criminalidad. Al Departamento de Narcóticos le interesa la adicción. A los políticos les interesa que existan las naciones. A los oficiales del ejército les interesa la guerra. Los intereses, sean privados, del capital u oficiales, eliminan cualquier descubrimiento, producto o forma de pensamiento que amenace su área de monopolio.
Más adelante opina sobre cómo se piensa en las sociedades actuales, y dice: ...La uniformidad intelectual se hace cada vez más necesaria a medida que los fracasos de la sociedad se hacen cada vez más evidentes. Se ha llegado a un punto en el que prácticamente es una ofensa criminal manifestar cualquier opinión sensata. Exprese usted una opinión moderada sobre las drogas y se lo acusará de fomentar el consumo, se lo denunciará como criminal. Sugiera que algo básico funciona mal en la sociedad y será usted un anarquista que ataca los mismísimos cimientos del orden civilizado.
Sobre el dinero, expresa: ...¿Y qué es lo que come la máquina monetaria para transformarlo en mierda? Se come la espontaneidad, la vida, la juventud, la belleza, y sobre todo se come la capacidad de crear. Come calidad y caga cantidad.
Para concluir esta entrada, algo de lo que nos comenta Burroughs sobre el sistema penal: ...El sistema penal es absurdo. Es una reliquia de la Edad Media. En primer lugar, la sociedad produce a los criminales con absoluta deliberación y a esos grandes campos de concentración, en los que arrojan a los llamados criminales. Muchos de ellos son psicópatas, es decir refractarios al control. En cuanto se convierten en criminales ya no generan más problemas. Entran en el juego de policías y ladrones y pasan toda su vida en un campo de concentración. Pero ahora han comenzado a agrandar los campos de concentración, extendiéndolos más y más al dictar más leyes que convierten a mayor cantidad de gente en delincuentes. Si se exigiera el cumplimiento de todas la leyes, prácticamente nadie escaparía al campo de concentración, y los que quedaran afuera serían necesarios como guardianes. Han llegado a un punto muerto: o admiten que todo es una farsa y que las leyes no pueden cumplirse, o bien las cambian, u obligan a que se cumplan. Y cualquiera de estas tres soluciones les da miedo. No pueden admitir que se trata de una farsa, no quieren hacer cambios fundamentales y, por supuesto, obligar al cumplimiento de dichas leyes sería la solución más peligrosa. Habría que encarcelar a treinta o cuarenta millones de norteamericanos; y ¿cuántos millones se necesitarían para detener, custodiar y juzgar a tantos delincuentes? Nos encontraríamos con el país entero convertido en una inmensa cápsula cerrada alrededor de un núcleo sombrío de delincuentes. ¿Cómo se lleva adelante la defensa nacional si se encarcela a todos los jóvenes? En caso de agresión, ¿dónde estarían los soldados?… El mundo occidental en su conjunto se hunde en la absoluta estupidez, intentando hacer que funcione lo que no puede funcionar.