Señora con cartera

Ficción

Después de todo, ¿qué puede llevar una señora mayor que camina decidida por el centro de la ciudad en su cartera color camel? Tal vez, un espejo biselado que hace juego con una peineta de nácar, un envase de rimmel oscuro, un frasquito de perfume floral, la foto de sus tres nietos y sus dos hijas, las llaves de su casa, un monederito de cuerina también color camel con cuatro monedas de dos y tres de cinco pesos, una billetera al tono con seiscientos veinte pesos en billetes de baja nominación, un par de aros de perlas, una bombacha limpia muy bien doblada, una caja de analgésicos, sus gotas para la vista, una pequeña libreta con índice telefónico, un paquete de pastillas de anís, un cepillo para el pelo, las entradas del teatro al que concurriera con su esposo hace dos meses, una lapicera estilográfica con capuchón plateado, el carnet del club social y deportivo junto a su documento de identidad, un par de lentes de lectura y otro para ver de lejos (los de sol los lleva puestos), un costurerito apto para emergencias, dos apósitos adhesivos, una pila doble a y tres clips para el cabello. Podría ser. Solo que esta mujer, que camina decidida mirando hacia el frente, saca de esa misma cartera, con su mano izquierda, una pistola Glock de 9mm con un cargador que incluye treinta y tres municiones. Ella está llegando al Congreso, donde hace apenas una hora se rechazó la ley que trataba el aborto legal, seguro y gratuito. Ahí mismo se ve a algunos de los legisladores que salen por la puerta lateral. Quizás hoy no sea un buen día en sus vidas.