El río da, el río quita

Crónica ficcional

El Bermejo, uno de los accidentes geográficos más importantes de la región, funciona como frontera natural entre Chaco y Formosa.

Pedro y Joaquín dejaron de asistir a la escuela primaria hace ya dos años, ellos no eligieron ingresar a esa condición social. Con los dos hermanitos, si nada cambia en breve, no se cumplirá lo que garantiza la Ley 26.206, que establece a la educación como un bien público y un derecho personal/social que el Estado debe garantizar hasta los dieciocho años de edad.

Ambos recorren los campos inundados buscando qué comer, mientras que en el otro extremo del planeta se alimenta a los cerdos con la soja que se produce en este rincón olvidado del mundo y que son, junto a la tala indiscriminada, los detonantes del sistema hídrico local.

El fruto de sus caminatas puede ser la pesca de un surubí, quizás un dorado o, como en la mayoría de los días, alguna cosa que la corriente arrastre y que pueda ser vendida para comprar un paquete de fideos. Para estos dos niños, y para tantos otros, el Bermejo es eso, un proveedor que se llevó todo, incluso sus futuros.

–A mi sí me gustaba ir a la escuela –responde Joaquín, el menor. También dice que la semana próxima cumplirá diez y que su hermano, Pedro, ya tiene doce. –Él es más grande, sabe hasta donde nos podemos meter en el río.

–Mamá no quiere que hablemos con desconocidos. Vení conmigo y callate. –Los ojos de Pedro reflejan su desconfianza. Más tarde contará que su papá tuvo que ir a la zafra, que eso es lejos, que son varios días de viaje en camión y que no sabe cuando volverá.

En toda la provincia hay, según datos de la Fundación Convivir relevados a mediados de dos mil dieciocho, más de treinta y tres mil niños que abandonaron sus estudios primarios y secundarios. El gobernador, que lleva cuatro períodos consecutivos en la función, respondió desde sus vacaciones en Punta del Este, que “el área de desarrollo social provincial está trabajando sobre el particular”.

Pedro y Joaquín, por su parte, comentan que no saben quién es esa persona, que nunca lo vieron y preguntan: ¿de qué trabaja un gobernador? mientras, sumergidos hasta la cintura, rescatan del río lo que venderán para pagar la cena de esta noche.